Un Recuerdo Imborrable.





Lo recuerdo perfectamente. Aquél día mis padres me dieron la sorpresa de mi vida. Me dijeron "vamos a ver a unos amigos de tu padre". Cuando mis padres y yo llegamos al Centro Cultural de la Villa vi anunciados a Los Calchakis, mi grupo fetiche. Los Calchakis, debo decir, son la banda sonora parcial de mi infancia y casi total de mis primeros años como adolescente. Un grupo, por lo tanto, al que siempre tendré un gran cariño.


Cuando vi el cartel empecé a resoplar y pregunté si había que comprar las entradas. Mis padres dijeron que sí, pero sacaron del bolsillo las entradas que habían sacado. Mis padres, como si estuviese en Sorpresa Sorpresa, me habían dado la sorpresa de mi vida.




De izquierda a derecha mi padre, Héctor y un servidor con gorra. 




El concierto fue memorable. Héctor iba desgranando toda la historia de las canciones del grupo, y, algo que yo tampoco sabía, mis padres me habían cogido todos los textos de mis cd's de mis Calchakis. Terminado el concierto, en plena euforia calchakistica, mis padres y yo accedimos a los camerinos. El primero en recibirnos fue Aldo Ariel, el gran Cuimbaé, con el que conversé dos veces: aquél día y allá por 2008. Saludé a Sergio y hablé con Héctor Miranda, con quien posamos mi padre y yo en una de las fotos más importantes de mi vida. ¡Figuraos! Un pipiolo conociendo a sus ídolos. Pero no pasaba nada, llevaba pañuelos para secarme la baba. Esto fue un 14 de Abril de 1998.

Años después volví a ver a Los Calchakis. Durante el concierto, Héctor preguntó al público de qué estaban hechas las chakchas que tenía en la mano. Yo contesté en voz alta "¡pezuñas de cabra!". Me reconoció y me saludó. Primera y única vez que alguno de mis ídolos lo hizo desde un escenario.

Ha pasado mucho tiempo, 20 años desde que conocí a Héctor. Y he recibido una pésima noticia, la de su fallecimiento. Ha sido tan triste que lo han lamentado hasta mis padres, aquellos gracias a quienes conocí a mis ídolos.

Héctor se suma así a la lista compuesta por Cuimbaé (Aldo Ariel), Rodolfo Dalera y Nicolás Pérez González. Hubiese preferido no tener que decir esto, pero...¡hasta siempre, maestro! Y, sobre todo, muchísimas gracias por ser una parte fundamental de la banda sonora de mi vida. Usted dijo muchas veces "¡Se acaba!". Pero su voz no se acabará nunca.

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