Blog de cine, música y series de Tommy Agudo (friki gordote y gafotas, bigotón, adorador del Sillón Ball, la doble whopper, y los cachuquis nacido en un tanque de tabasco...así salió).
LA PROFESIÓN DE LOS SENTIMIENTOS
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Lo recuerdo perfectamente. Era solo un niño de diez años o menos
cuando me sentaba frente al televisor, apagaba las luces, encendía una
linterna imaginándome que era un proyector, y me sentaba -estando en
pijama- a ver cualquier comedia de los Hermanos Marx, o cualquier
película del momento. Eso era, para mí, la felicidad. Eso, y el señor
Spielberg, me hicieron creer que quería ser director de cine.
Quería averiguar todos y cada uno de los entresijos técnicos que
envuelven a cualquier producción de Hollywood. Devoraba todos los así se
hizo -antes de que todo el mundo los llamase Making Of- y me tragaba
cantidades industriales de cine clásico. El celuloide y su amiga la
cinta magnética me atraparon. Pero, con el tiempo aprendí que todo eso
podía disfrutarlo en mi propio idioma gracias a unas personas,
totalmente anónimas, que hacían que yo disfrutara como un loco de todas
las películas que pasaban por mis ojos. Hablo de los actores de doblaje.
Más concretamente, hablo de los actores que se dedicaban al doblaje en
el período comprendido entre los años cuarenta y ochenta. Aquellos que
formarán para siempre parte de mi memoria auditiva, porque ya formaban
parte de la memoria auditiva de mis padres.
Ellos son los culpables de una cosa: que yo quiera dedicarme al
doblaje. Si los subtítulos no me han hecho sentir nada, ellos me han
hecho emocionarme y sentir. Y de esto último, de los sentimientos, los
actores de doblaje son plenos conocedores, como espero serlo yo. La
interpretación en general es el arte de los sentimientos y las
emociones, y lo digo sin dictar cátedra. Pero es que, el doblaje, además
de todo eso, es el arte de pasar desapercibido en una obra audiovisual,
o…¿acaso es posible?
Muchos profesionales del doblaje piensan que si te das cuenta de que
la película está doblada, es por que está mal doblada. En efecto, si te
pasas todo el metraje pensando en el doblaje, lo más probable es que
este sea una bazofia. Pero no siempre es así. Y esto me lleva a recordar
la primera vez que vi ese gran clásico de Billy Wilder que es “Uno,
Dos, Tres”. No conocía ninguna de las voces que intervenían en esta
película (salvo las de José Guardiola, Paco Sánchez e Irene Guerrero de
Luna), pero desde el primero momento quedé prendado de la voz del actor
que doblaba al protagonista, interpretado magistralmente por James
Cagney. Hablo (sin quitar méritos ni ánimo de despreciar a nadie) del
mejor actor de doblaje que hemos tenido en Madrid: el mítico Ángel Mari
Baltanás.
¿Qué condiciones tenía Angel Mari Baltanás para ser un mito de los
atriles? Muchas, pero quiero destacar tres que son absolutamente
imprescindibles. La primera es que ERA UN EXCELENTE ACTOR, y la segunda
es que ERA UN MAESTRO PEGÁNDOSE AL ORIGINAL. El actor de doblaje, el que
lo es de verdad, engaña al público poniendo sus emociones al servicio
de un actor que ya ha interpretado el papel, y se pega muy bien a la
interpretación del actor al que dobla, para lo cual es absolutamente
imprescindible escuchar al actor al que doblas antes de grabar tu
intervención. Y la tercera, es que tenía una muy buena dicción, cosa
que, como la sincronía, se puede trabajar. ¿Piensas que hay que tener
necesariamente buena voz? definitivamente, NO. Los puntos importantes
los he enumerado antes, la voz es algo secundario que te condiciona el
tipo de papeles que te den, pero, si no eres actor, no puedes dedicarte
al doblaje porque lo que cuenta es lo que transmites con la voz.
Los problemas que aquejan al doblaje vienen por otros derroteros. En
los años setenta, los estudios de doblaje sabían que todos sus doblajes
eran de calidad, y sus gerentes se involucraban mucho en el proceso de
doblaje. Evitaban amiguismos, y la profesión del doblaje vivía su época
de oro, pero…¿qué pasó? Pasó, entre otras muchas cosas, que las
gerencias de renovaron, y, desde entonces, los empresarios -o, mejor
dicho, las grandes multinacionales- del sonido ven los doblajes como un
producto barato que está hecho para hacerles ganar dinero. Eso es, al
menos, lo que creo.
Es por todo lo expuesto anteriormente que, si algún día me escuchas
doblando un taquillazo -y espero que llegue ese día- y te gusta mi
trabajo podrás agradecérmelo si lo deseas. Estaré encantado de hacerte
pasar un buen rato, o por lo menos, hacer que te emociones. Pero -y esto
lo digo con el corazón en la mano- agradéceselo a aquellos que están o
han estado desde mucho antes que yo. Porque la culpa de que me escuches
también será de ellos.
Groucho
diría lo siguiente:”La parte contratante que nos ve disfruta de mi
labia gracias a Jose María Ovies. ¿Qué tal? Está muy bien, ¿eh?”
Un servidor no es precisamente un lector empedernido, pero, a fuer de ser sinceros, ha de reconocer que hay libros que atrapan desde el primer momento, por lo menos para los interesados en según qué materias. En mi caso, soy un auténtico apasionado del doblaje, sobre todo del doblaje realizado en Barcelona (que es, junto a Madrid, el centro neurálgico del doblaje al castellano). Manolo García Pues bien, he tenido la fortuna de que este Sábado acabase en mis manos una auténtica joya en lo que se refiere a la literatura sobre el doblaje: Recordar es Volver a Vivir, de Manolo García, voz de Robert Redford, Christopher Reeve, William Petersen, Kevin Kline, Tom Berenger, Steve Martin y tantos otros que, seguramente, me dejo en el tintero. Libros como este no solo me relatan vidas llenas de aventuras (anticipo que la de Manolo da para una miniserie), y me muestran un lugar y unos tiempos que, al contrario de lo que dice en la famosa película, el viento no se llevó para siempre. Manolo no...
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