ÉRASE UNA VEZ UN ESTUDIO. ÉRASE UNA VEZ LA MAGIA DE DISNEY

Lo reconozco. Poseo la característica de querer decir las cosas. Así me aguantáis –o me disfrutáisegún se mire- los que tenéis a bien leer este blog. No obstante, pienso que es mejor leer este blog (so pena de acabar deseando pegarte un tiro) que leer sandeces en redes sociales y perder el tiempo viendo salvajadas por el medio de comunicación que sea.

 Lo que me ha motivado a escribir hoy es el ejemplo de una ilusión. Un paraíso de color que, aunque esconde muchas tinieblas, reluce y da alegría. Me refiero al mundo Disney.

No estamos hablando ya de una multinacional -¡lo es!- al uso, sino a un mundo lleno de colorido y alegría del que disfrutan propios y extraños. Y ese mundo acaba de cumplir 100 años.

Disney ha tenido tres iniciativas respecto a esto. La primera de todas es organizar dos exposiciones, una que terminó el pasado 22 de Octubre y que desarrolló junto con El Corte Inglés y otra (también en Madrid) llamada Walt Disney Animation Studios: Un siglo de historias (que ha sido desarrollada por Disney junto con el Ayuntamiento de Madrid),la cual podemos disfrutar en el Espacio Cultural Serrería BelgaLejos quedaron ya los tiempos en los que España estuvo a punto de albergar un parque Disneyland, pero el éxito de la exposición interactiva que han montado por su centenario ha tenido un éxito inenarrable. Las colas para entrar fueron tan desmesuradas que muchos tuvieron que volver a sus casas sin ver la exposición. Llegó hasta tal punto la voluntad de verla que el pasado Viernes 20 de Octubre por la mañana había una buena cantidad de niños (pese a estar abiertos los colegios), y, en el momento de la apertura de la exposición, la cola pudo llegar a ser fácilmente de 500 metros.




 La tercera iniciativa, no menos hermosa, es el estreno de un nuevo corto que representa un digno y emotivo homenaje a infinidad de personajes con los que, quien más quien menos, ha crecido: Érase una vez un Estudio.

Como he dicho, por cuestiones de orden político y social en las que no entraré –no es ese el propósito de este blog- Disney tiene un lado absolutamente oscuro y criticable. Pero voy a centrarme en lo que reluce. Concretamente, voy a centrarme parcialmente en el corto Érase una vez un Estudio y, cómo no, en el propio Disney.





El corto Érase una vez un Estudio es un canto no solamente a la alegría de Disney, sino a su belleza, a su génesis infantil y agradable. Porque el mundo Disney nació de lo que todo niño tiene o debería tener: la ilusión. Es el homenaje de unos hijos agradecidos a su padre, de quien cada uno de ellos lleva algo en sí mismo. Es el fiel reflejo del poder evocador del arte, el arte de transformar la nada en un universo de colores, por mucho que tenga un halo de tristeza.







El viejo Walt Disney hizo cosas inmorales (no me parece que él fuese una buena persona), algunas de estas muy graves, pero hay cosas que no se le pueden reprochar. La primera de estas es ese carácter luchador, terco –en el buen sentido de la palabra- e infatigable. Era un eterno perseguidor de sueños, y, en lo referente a la tecnología y la creación, un verdadero pionero que supo rodearse de los mayores talentos, motivar a quienes trabajan con él y (eso sí) mandar a la basura a todo aquello o aquél que entorpeciese sus metas.





Los primeros largometrajes que estrenó Disney adolecen de una sincera crueldad, por cuanto se muestra siempre la muerte de la madre (o del padre) en toda su crudeza. Pero, como es el caso de Dumbo y de Blancanieves y los Siete Enanitos, también hablan de la compasión de ayudar a quien sufre, de empatizar con el prójimo. Por todas estas razones nunca le faltaron a las películas Disney claros ejemplos de amistad, tanto entre el público infantil como en el que no lo es, así como fervientes detractores.

Para ser sinceros, Disney es el único imperio cuyas películas infantiles son, en el sentido exacto de la expresión, para todos los públicos. Con carretadas de azúcar de por medio e historias aparentemente simples e ingenuas, Disney da moralejas e ideas que ya quisieran para sí algunas películas pensadas para los adultos, y el ejemplo más claro de esto (del que ya hablé en otra entrada) es el célebre filme “Rompe Ralph”. Esto propicia que estas películas sean vistas no solamente por los niños, sino que tengan un gran atractivo también para los que peinamos canas, y que nos dejamos nuestro dinero para verlas. Es lo que tiene cumplir 100 años. 


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