LA ÉPOCA DE LA CENSURA
Hay que reconocerlo. Los años ochenta fueron una época excelente en lo que a libertad de expresión se refiere. Cualquiera podía poner a caldo a políticos o expresar su opinión (aunque algunas fuesen repugnantes) sin temor a sufrir represalias de ningún tipo. Cosas de la vida, las redes sociales ni existían ni eran esperadas por nadie, porque la mayoría ni tan siquiera sabían lo que era Internet. La situación ha cambiado por completo. Hoy, con el uso (y sin este) de las redes sociales, basta que tu opinión incomode o no se esté de acuerdo con esta para que te etiqueten de chavista, populista, separatista, machista, hembrista y todos los –istas y –fobos habidos y por haber. Los que exigimos libertad de expresión somos, a su vez, los verdugos de la misma cuando nos tocan la fibra ultra sensible (y en este apartado, me incluyo yo). Ponemos el grito en el cielo cada vez que alguien dice algo que no nos gusta, y es por esto que ya muchos gobiernos no echan mano de censores...