DE HUACHAFERÍA, ANTI IMPERIALISMO Y OTRAS COSAS

Hace poco, leyendo un post en Facebook de alguien a quien tengo agregado, el músico y decimista peruano Jinre Guevara Díaz, me topé con un extracto de unas declaraciones que –según queda expuesto en https://hjck.com/libros/mario-vargas-llosa-montanas-y-musica-peruana-rg10- Mario Vargas Llosa realizó sobre la llamada música criolla del Perú.

Como este blog es fundamentalmente leído por españoles, me veo en la obligación de explicar varios conceptos, entre ellos el de criollo. A consecuencia de la enorme riqueza racial que atesora América Latina, se acuñaron (entre otros) tres conceptos que quisiera exponer: el de “criollo”, el de “cholo” y el de “indiano”. Los indianos eran los españoles que emigraban a América Latina con el fin de hacer fortuna, algunos de los cuales regresaron a España. Los cholos son los latinoamericanos que descienden de españoles e indígenas, es decir, son mestizos. Y, por último, y es el término que usaré después, están los criollos, es decir, los descendientes de europeos, fundamentalmente de españoles.


Mario Vargas Llosa


Estos conceptos se extrapolan, cómo no, a la música de los países americanos de habla hispana, heredera directa de todas las culturas que habitaron Latinoamérica hacía siglos. Por ello, en cuanto a la música peruana, podemos hablar de música criolla, es decir, de ritmos como el vals limeño (también conocido como “vals criollo”) o la marinera, que llega de un ritmo español conocido como “zamueca”.

Según creo haber leído, Mario Vargas Llosa cree que una de las características de la música criolla es su huachafería (cursilería) y una cierta burla de lo extranjero. Si tenemos en cuenta que los valses criollos derivan de los valses que bailaban los europeos en salones de alta alcurnia y que los primeros eran rechazados por la gente pudiente en el Perú, llegaremos a la conclusión de que la música criolla no es cursi, sino que ha sido, en cierto modo, expropiada por las clases medias y la gente humilde. No sería una estupidez, creo yo, opinar que esto último provocó gran ira en las élites peruanas, y que estas empezaron a rechazar los valses por haberse convertido este en un género popular, alejado de sus orígenes burgueses europeos.

En contra de lo que (según se lee en hjck.com) dice Mario Vargas Llosa sobre las burlas a lo extranjero, no existe tal característica en esta música. Llevo más de veinte años enamorado del folclor latinoamericano y, por consiguiente, del peruano (y tengo 39 tacos), y nunca he escuchado en una canción una sola burla hacia ningún pueblo del mundo, ni hacia ninguna cultura. Ni siquiera las he escuchado en canciones en las que se critica la conquista del subcontinente, porque no eran canciones humorísticas ni agresivas, sino canciones tristes.

Respecto a sus afirmaciones sobre el Partido Comunista del Perú y su relación con la música, no puedo rebatirlas porque ni viví esa época, ni soy peruano, ni poseo conocimientos suficientemente profundos. Pero sí me gustaría hacer una apreciación.

Si en un partido político –el que sea- se rechaza la música es porque quienes militan en este o quienes lo lideran no tienen ni la más repajolera idea de lo que la música puede representar en cuanto a la difusión de sus ideas. Pero si este partido fuese de izquierdas, la cuestión sería más grave. Una de las misiones de cualquier partido de izquierdas debería ser que hasta los más humildes pudiesen acceder a las artes y la cultura, aunque solamente sea para su bienestar psicológico. Se supone que no se puede dejar la cultura y las artes solo para aquellos que se pueden permitir un desembolso económico, porque sería discriminar a quienes no pueden, de lo que se desprende que posibilitar el acceso gratuito y legal a la música y las demás artes es una obligación moral que cualquier estado que se considere a sí mismo civilizado debe llevar a cabo. Esto último (a mi entender) no admite distingos por opción política, porque los gobiernos que toman medidas al respecto son muy dispares.

Para terminar, quiero que quede bien claro que este artículo es tan solo una opinión, que su autor (que soy yo) no pretende en ningún momento dar ninguna sentencia ni sentar cátedra, ni tampoco imponer un determinado punto de vista. Simplemente se trata de rebatir una serie de ideas haciendo uso de dos armas de gran eficacia: la inteligencia y la lengua de Cervantes.

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