ENTRE LA RISA Y LA SONRISA



  No, no os preocupéis. Este no es un título lisérgico. No he consumido ninguna sustancia alucinógena. Este es, sencillamente, el afortunado título de uno de los pocos libros (¡sí, habéis leído bien, libros!) que he devorado en tres días. Que he devorado con verdadero deleite, porque no conocí personalmente a casi ninguno de sus personajes y, al mismo tiempo, conozco como fan prácticamente todos.

Un huinca de Mogente y un dibujante setentero

  Este libro va desgranando poco a poco toda una vida, anécdota tras anécdota. Y lo hace a través de la pluma de Gonzalo Reig y las ilustraciones de Alfonso Ortuño, un pintor alicantino que –cosas de la vida- dedicó una vida entera a dibujar, para diferentes empresas y con diferentes cometidos.


Alfonso Ortuño (izqda9 y Gonzalo Reig (dcha). Foto: El Nuevo Herald


   Gonzalo (que, según tengo entendido, usaba el pesudónimo de Huinca porque así era como llamaban los mapuches a los españoles) es un mogentino de mano virtuosa y sensibilidad poco común. Hijo de un farmacéutico de talante progresista, fue enviado a Cannes con la pretensión de mejorar su francés; cosas de la vida, allí conoció al guitarrista Antonio Filograna  y, como quien no quiere la cosa, ambos se hicieron músicos personales del magnate griego Aristóteles Onassis.

  Estando en París empezó a tocar en numerosas peñas sudamericanas, y en 1967 ingresó en EL GRUPO; ingresó en Los Calchakis. Pongo GRUPO en mayúsculas porque son y serán siempre mi grupo fetiche. Perdonadme si me repito, pero nunca está demás reconocer la labor de los demás (valga la repiripitoncia).

  En 1973 volvió definitivamente a España, donde fundó la Peña Toldería y el grupo sudamericano del mismo nombre, con quienes interpretó para Televisión Española la Misa Criolla desde el Teatro Barceló (en 1974).

Una vida con sabor a naranjas, roquefort y chicha

  A Gonzalo Reig se le nota la experiencia en cada una de sus palabras. Ha vivido mil y una historias, y ello le ha dado el bagaje suficiente como para escribirlas con el cariño y la caballerosidad de quien lleva toda una vida explotando al máximo su sensibilidad. Lo único que –como buen calchakero que soy- he echado en falta han sido más anécdotas de Los Calchakis y de Héctor Miranda. Pero no por eso carece de interés, es más, se agradecen las anédotas contadas sobre Don Ata (Atahualpa Yupanqui), Mercedes Sosa, Rafael Gayoso (miembro fundador de Los Machucambos) y otros tantos que no nombro por falta de espacio, pero que tienen (en su mayoría) anécdotas tan buenas como aquellos a los que he citado.

  Huinca tiene tanta pericia con la guitarra como con la pluma. Lo ha demostrado con esta pequeña gran obra de arte que todo enamorado del folclor sudamericano debe leer. Espero “que no calle el cantor” (como dice el título de su último disco).

Comentarios

Entradas populares de este blog

UNA MIRADA HACIA EL TRENHOTEL

ARGENTINA 1985

ÉRASE UNA VEZ UN ESTUDIO. ÉRASE UNA VEZ LA MAGIA DE DISNEY